lunes, 5 de noviembre de 2012

Formación e Iglesia: El purgatorio.

Retomamos este apartado de Formación e Iglesia correspondiente al mes de noviembre abordando el tema del purgatorio.

Ahora en el mes de noviembre, la Iglesia invita especialmente a rezar por los difuntos. Por lo que es importante recordar la doctrina católica sobre el purgatorio, dogma de fe.

El Purgatorio según el Catecismo.

El Catecismo de la Iglesia Católica presenta la doctrina sobre el purgatorio de una forma clara y literalmente como sigue:

III Purificación final o Purgatorio.

1030 Los que mueren en gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta al castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3,15 ; 1 P1,7) habla de un fuego purificador.
Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espiritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que  algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, dial 4, 39)

1032 Esta enseñanza se apoya también en la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó (Judas Macabeo) hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que qedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:
"Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf Jb 1,5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos" (San Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41, 5)

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