El culto a San José se extendió por la cristiandad especialmente desde el siglo XIV, y ello como fruto de la devoción a la Virgen María generalizada en la Edad Media gracias a santos como Santo Domingo o Francisco de Asís, entre otros muchos y muchas.
Desde el siglo XVII es día de PRECEPTO (obligación de ir a Misa). En 1870 el Beato Pío IX lo proclamó Patrono de la Iglesia Universal. Y el Beato Juan XXIII introdujo su nombre en el Canon Romano de la Santa Misa.
La tradición artística, durante siglos, ha presentado la imagen de un José anciano como padre nutricio de Jesús, al lado de una joven María su esposa. Esa representación no tenía ninguna consistencia evangélica ni moral, pues un matrimonio judío se celebraba siempre entre hombre y mujer con diferente edad pero no de anciano con joven.
La causa de esa representación era que no se concebía la posibilidad de un José joven que pudiera vivir la castidad perfecta con una mujer joven a su lado. Y la realidad es que ambos eran jóvenes y ambos vivieron castamente la virginidad que Dios les pedía. Y ese es un inmenso mérito de José que una errada interpretación cultural nos ha oscurecido durante siglos.
Y hoy más que nunca hay que presentar al auténtico San José que vivió hasta el heroísmo la virtud de la Santa Pureza.
De este santo, el mayor después de la Virgen María, escribe Santa Teresita del Niño Jesús (algunos creen que es la mayor santa de la historia):
"A José nunca le pareció dura hacer la voluntad de Dios. Su vida está llena de acciones de obediencia a los deseos de Dios; ¡Qué ejemplo de Fe nos da José!
San José, protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros
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