El 2 de febrero la Iglesia celebra la fiesta litúrgica de la Presentación de Jesús en el Templo y de la purificación de la Virgen María.
También se le conoce como fiesta de la Candelaria. Y además hoy es el día de la Vida Consagrada.
La Iglesia reza hoy especialmente por todos los religiosos y religiosas consagrados a Dios a través de los votos de pobreza, castidad y obediencia.
Leemos en el Evangelio de San Lucas el hermoso relato de la Presentación.
Cuarenta días después del nacimiento de cada primogénito, la ley de Moisés obliga a presentarlo en el Templo para consagrarlo a Dios. Así lo hacen María y José.
El anciano Simeón lleva toda la vida esperando a ver al Mesías, y ahora lo toma en brazos y predice que éste va a ser "luz de las gentes" y a María que una espada de siete filos atravesará su alma (lo cual sucederá cuando la Madre vea la pasión espantosa de su hijo Jesucristo).
Simeón ya pide al Señor que lo deje morir ("puedes dejar a tu siervo irse en paz porque mis ojos han visto al Salvador") como reza el "Nunc Dimitis" de la oración de Completas en la liturgia de las horas al cerrar la jornada.
El capítulo 2 de Lucas relata la escena con gran belleza literaria.
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